
Erase una vez un niño que soñaba con ser astronauta.
Le recuerdo desde tiempos inmemoriales(inmemoriales porque ya no me acuerdo casi de aquellos momentos), entre los miles de libros que leia, fijandose siempre más, releyendo especialmente, aquellos libros que hablaban del universo, de fronteras que el hombre no habia cruzado aún:
La bella luna con sus crateres, aqui, al alcance de la mano,
los preciosos planetas gigantes, de colorines,
venus,marte los misteriosos hermanos gemelos de la tierra,
el insondable plutón, su favorito, porque siempre le ha gustado mas lo que se intuye
y como no, las estrellas. Como no podía enamorarse un niño de la foto de la nebulosa del cangrejo? o imaginar como sería ver de cerca el nacimiento de una estrella, o su muerte,
como no desear pasear por alguno de esos miles, millones, muchillones(me gusta la palabra del tío Gilito) de estrellas, de mundos, que nos están esperando ahi fuera, para enseñarnos lo bello que es el universo,
como no soñar despierto con el simple concepto de infinitud, que solo la mente abierta y no contaminada de un niño puede imaginar, o con la idea de viajar, decir mientras arrancamos motores un "
ciao bambinna! ritornare pronto" a esta gran casa en la que vivimos que es la tierra.
Supongo que debe ser un sueño recurrente de mucha gente de mi generación, incluso de muchos niños de ahora, aunque esto de la play, la tele .. no se yo..
Igual por mucho que nos intenten reblandecer el cerebro, y por mucho que nos rodeen de cemento, por mucha jungla de cristal y cielo cubierto de humo que nos pongan delante, al final todo niño acaba descubriendo por primera vez, con los ojos de la imaginación, ese cielo estrellado que sólo ve en el campo, lejos de las ciudades, lejos de la contaminación y las luces, esa noche sin noche,iluminada de perlas, cuando la luna descansa, que es cuando uno se da cuenta realmente porque a la vía lactea se le llama así, y piensa que podría quedarse toda la noche mirando el cielo.
Qué soñaba ese niño exactamente, no lo puedo decir, hace tanto ya. Ahora casi no mira el cielo, y no cree que llegue nunca a ser astronauta. Ese niño que ya no es no podía saber que nunca habría podido ser astronauta, que era algo que estaba reservado para niños más ricos, más listos, más fuertes, sólo miraba al cielo y le parecía tan cerca..
Pero una cosa si puede decir de ese niño: se que en ese lugar dentro de su cabeza, entre los pliegues mas reconditos de su cerebro, donde vive una parte chiquitita de ese niño, alli donde vive escondida la ilusión, cada vez que ve un cielo estrellado, ese niño sonríe, esperando, sabiendo que algún día, de un modo u otro, nada, nadie podrá evitar, que viaje, que vuelva, a las estrellas.